Me quedé en cero. Hace algunos años, mientras escribía mi primera novela, en medio de la historia, me quedé atascada sin ninguna idea. Por más que intentaba, mi mente estaba vacía. Sin ideas, sin pensamientos.
Esa tarde, una amiga me recogió para asistir a un grupo de oración. En el camino, pensé que, tomando un descanso de mi tarea como escritora, tal vez Dios me concedería creatividad para terminar la escena.
Pero similar a un relámpago en los veranos en Orlando, mi errónea forma de pensar me sacudió. Había confiado en la idea de que “quizás” Dios me ayudaría. ¿Quizás?
¿Por qué pensaría así?
¿Es Dios del universo un Dios de “quizás?” ¿Y el Señor fiel, todopoderoso, lleno de compasión y misericordia un Dios de “quizás”? Con Su amor infinito que ya conoce el menor detalle de nuestra vida, no es un Dios de “quizás”.
No hay ningún “tal vez” en sus respuestas o instrucciones. Sin embargo, nosotros somos quienes caminamos por el “tibio” camino espiritual. Lo hacemos cuando enfrentamos desafíos, fracasos o barreras no deseadas.
Cuando eso ocurre, “tibios somos mientras luchamos por nuestra cuenta para resolver los problemas.
Pero Dios conoce nuestra fe. Sabe bien si es profunda o es inestable. Conoce si nuestro nivel de creencia es constante o varía según nuestro estado de ánimo. Él ya sabe si nuestros esfuerzos son guiados por Él o por ambiciones egoístas.
Aunque no nos demos cuenta, Dios se fija en lo más profundo de nuestro corazón porque dice: Yo conozco tus obras, que no eres ni frío ni caliente. ¡Me gustaría que fueras uno o el otro! Entonces porque eres tibio, ni frío ni caliente, estoy a punto de escupirte de mi boca. (Apocalipsis 3:16).
Aunque esta fuerte descripción es bastante gráfica, aquí tienes tres formas para que cambies tu actitud tibia por una que es sólida, fuerte y amplia.
1. Cuando los desafíos y las dificultades se convierten en enemigos furiosos que luchan contra ti, no hay un “tal vez” cuando se trata de la protección de Dios porque: “…los que se oponen a ti serán como nada y perecerán. Aunque busques a tus enemigos, no los encontrarás.
Los que os hacen la guerra serán como nada. Porque yo soy el SEÑOR, tu Dios, que toma tu mano derecha y te dice: No temas;
Te ayudaré.” (Isaías 41:11-13)
Una mentalidad tibia duda que la fortaleza de Dios sea suficiente. Y por eso, todavía tiembla por dentro. En el fondo no está seguro de la ayuda de Dios. Y en momentos de debilidad no se compromete a recibir su promesa de sostenernos y protegernos.
En contraste, un creyente que está profundamente convencido del poder dentro de estas promesas, se ríe de los enemigos que se acercan. Él declara la ayuda de Dios que es fuerte y poderosa. Vive con la seguridad de que Dios está a su lado, ayudándolo y protegiéndolo.
2. Aquellos con una mentalidad tibia se desaniman porque no ven más allá de la circunstancia, adversidad o su dolor. Por el contrario, una mente y un corazón totalmente comprometido a estar espiritualmente caliente habla con certeza de que Dios nunca los dejará. Declara su poder en acción y cree en la protección de Dios.
I con confianza, lleva en su corazón la misma promesa que Dios le hizo a Jacob: “Te he llamado por tu nombre; tú eres mío Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo;
y cuando pases por los ríos, no te anegarán. Cuando camines por el fuego, no te quemarás; las llamas no te encontrarán
ardiendo. Porque yo soy el SEÑOR, tu Dios…” (Isaías 43:1-3).
3. Una persona tibia comienza sus días escuchando las noticias del mundo que detallan su triste estado y repiten el pesimismo de los titulares. Pero un corazón comprometido con Dios, en él nace un deseo por conocer su palabra y se llena de confianza ante cualquier mala noticia. Además, no le importa lo que sacuda su entorno, o se derrumbe su seguridad financiera o cambie su camino.
mientras otros tiemblan de miedo, su enfoque está en la victoria que Dios promete. Se deleita en la libertad a través de Jesús. Él cuenta noche y día con su ayuda mientras su alma canta: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida y
los montes caen en el corazón del mar, aunque bramen y se turben sus aguas, y tiemblen los montes a causa de su bramido”. (Salmo 46:1-3)
No importa qué montañas de desafíos se estremezcan, un verdadero creyente no se debilita, pero se fortalece con seguridad y convicción. A través de su comportamiento, se pueden ver sus sanas decisiones y el rumbo que sigue su vida. Al final, sus días irradian y reflejan el resultado victorioso de Dios.
Dentro de estos planes victoriosos, Él se aferra a una mente sana y un corazón fiel. No hay un “tal vez”. No hay duda. No hay incertidumbre ni debilidad.
Por último, ninguno de nosotros podemos permitir un enfoque “tibio”, pero en lugar, hoy mismo podemos comenzar una nueva vida espiritualmente “caliente” en medio de un ardiente triunfante.
Oremos
Padre celestial, mientras el mundo se oscurece y se corrompe más, pondré mi confianza inquebrantable en Tu Palabra. Aumentaré mi fe en Ti y me comprometeré plenamente
para declarar ante los demás que pase lo que pase, me apoyo en tu poder que está latente, vivo y activo.
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